jueves, 7 de mayo de 2009

Anacronismo...

Ahora que tengo tiempo estoy haciendo esas cosas que siempre se dejan para más adelante... cosas del tipo limpiar las gavetas de papeles viejos, ordenar los cd´s y cosas por el estilo. En esa "limpia"me encontré con algo que escribí con 19 años, una tarde de las de mirar al techo, entre libros y apuntes, en la "Central"
Es un cuento que resulta infantil y cursi pero que me apetece recordar hoy...
INCONGRUENCIAS
Recuerdo la tarde en que la vi por primera vez. Me pareció una preciosidad; una belleza encantadora con la voz más dulce y perfecta que había escuchado cantar en toda mi vida. Desde ese primer momento sentí que la conocía de toda la vida, su voz me estremeció de esa forma tan especial que siempre lo hace, de esa forma que soñaba antes de verla por primera vez...
No pude dormir en toda la noche, y bien sabe Dios que lo intenté, y es que deseé dormir dormir como nunca, para poder soñar con su mirada, con su aroma.. con su voz.
En ese momento no me podía imaginar el enorme pesar que yo mismo estaba gestando ¡Qué fatal coincidencia quiso Dios poner en mi destino! Ese amor que quemaba por dentro y me hacía vivir no podía ser. Pero... ¿Quién decide lo que puede ser y lo que no en el amor?
Si es verdad que hay alguien que lo decide ¿Por qué me iba a arrojar a un amor imposible?
La verdad es que siempre he pensado que cuando un hombre se marca un objetivo en la vida, una LEYENDA PERSONAL, el universo siempre conspira a favor.
Aquella tarde realmente vi una señal. Una señal dulce y perfecta que me hizo creer para siempre que el amor entre un homosexual y una princesa podría ser...

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